Cuando
inicié el camino de la discapacidad, todo era más que incierto, no sabía siquiera cómo sería, por dónde empezaría, aunque en mi corazón, sólo una cosa
sabía: Quería tener vivo a
mi hijo, disfrutar de mi hermoso niño, a quien sólo le habían dado 3 meses de
vida.
Eso
reconforta enormemente mi alma.
Más allá
de esa alegría, el tema pasa cuando de pronto, algunas etiquetas… ¡se caen! ¡¡Sí!!
Como lees... se destrozan, como si un vidrio grande hubiese caído del piso 20, haciéndose
añicos.
Esta nueva
noticia alegra mi corazón, me llena de júbilo, pero también me genera muchos
sentimientos encontrados.
Dentro
de todo, hubo cosas positivas, porque me permitió entrar en un campo totalmente
nuevo, en el cual aprendí mucho y nos llevaron hacia personas que jamás
imaginamos conocer.
Más allá
de que en la cabeza te pueda taladrar una pregunta: "¿Hasta qué punto es bueno
quedarnos con los resultados?" y quedará latiendo en mí, como para recordarme este hecho. Al
mismo tiempo te das cuenta que no todo fue malo, que no todo fue errado; en
especial si me apoyé en diagnósticos médicos, y aunque un papel que me entregaron aquella vez, hace seis años y que aún tengo, diga "diagnóstico de trastorno autista", sentía que algo no
era correcto.
De
pronto, mi corazón se vio empañado con bronca, y me puse a pensar que quizás
debí hacer como aquella vez que un reconocido neurólogo me dijo "mamá dóblele
la dosis" y yo dije "si, doctor, cómo no, doctor" tomé una
decisión muy particular y peculiar, muy mío... hice todo lo contrario y se lo quité;
porque mi alma estaba convencida que no quería tener a un mueble como hijo, que
prefería tener un niño aunque ello me significara el doble o triple de trabajo,
porque mi amor por mi hijo va más allá de un diagnóstico.
Quizás
porque en ese momento, se trataba de un nuevo campo totalmente desconocido, que me dejó
perpleja sin saber qué hacer, sólo me quedaba confiar en lo que el médico indicaba.
Lo
cierto es que, durante estos años aprendí que: “La seguridad en el corazón de
una madre, es la mejor brújula que podamos tener”.
En
especial, cuando muchas veces anduvimos por el mar en sólo una tabla, en la que
él era el único pasajero, cubierto y bien protegido para que no sufra por la
intemperie. Mientras una siempre empujando aquella balsa para llegar a tierra
firme.
Un
pequeño tiempo acompañada, un corto período sola, aunque en esa inmensidad se
hizo eterna la distancia y el tiempo pasó muy lento. Fueron noches sin fin, en
especial cuando se desataron fuertes tormentas; pero me había propuesto que llegaríamos y sólo
eso importaba.
Hasta
que un día llegamos a tierra firme, dejamos la balsa en la orilla, hubo más tormentas, duras caminatas; pero cuando menos lo acordé, Dios me puso ángeles
en mi camino, que nos fueron guiando, en especial uno, y poco a poco, todo se
fue acomodando.
Agradezco
a Dios tanto aprendizaje adquirido hasta la fecha.
En especial
en estos meses previos, aunque no entendiera porqué, sentía esa imperiosa necesidad de estar con
mi hijo, de no dejarlo, de asistirlo, quizás en mi interior, ya sabía que este cambio, pronto vendría.
Agradezco también haber tenido la terquedad, fortaleza y seguridad interior suficientes para no volver a medicar a mi hijo, hubiese sido caótico medicarlo por algo que ¡¡NO tenía!!
Agradezco también haber tenido la terquedad, fortaleza y seguridad interior suficientes para no volver a medicar a mi hijo, hubiese sido caótico medicarlo por algo que ¡¡NO tenía!!
Han sido
días de mucho proceso, hasta el punto de no poder escribir. Fueron días de
mucho pensar, de mucho andar, haciendo el duelo por lo que se deja y porque de pronto, un nuevo camino se avecina.
Gracias a Dios, ese proceso terminará muy pronto y hoy con alegría, pensar en iniciar una nueva página de ese libro llamado vida, una nueva etapa
donde la focalización será diferente, las elecciones otras, y por qué no... donde también, podremos elegir libremente.
Sin embargo, no puedo irme sin antes decir...
Adiós Autismo,
Adiós Déficit de Atención,
Adiós Hiperactividad.
Gracias por todo lo aprendido en estos últimos seis años.
Sin embargo, no puedo irme sin antes decir...
Adiós Autismo,
Adiós Déficit de Atención,
Adiós Hiperactividad.
Gracias por todo lo aprendido en estos últimos seis años.
Gracias Dios por siempre estar para nosotros y por tantos errores de terceros en mi camino, sin ellos, no hubiese sido posible mi crecimiento espiritual. Te amamos.
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